(1 Juan 1:9)
Somos pecadores. Dios es fiel para perdonar nuestros pecados. Que gran noticia. Nada mejor que tener la confianza de que por muy grande que sea mi pecado, la Gracia de Dios es aún mayor, infinitamente mayor.
¿Recuerdas cuando eras niño y por tus travesuras rompías objetos de valor en la casa? Tus padres te disciplinaban pero siempre te perdonaban. Dios es así. Dios quiere perdonarnos, quiere que todos procedamos al arrepentimiento. "El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento." (2 Pedro 3:9)
Si confesamos nuestros pecados. La confesión "se refiere a cuando una persona hace declaración o reconocimiento de un error, para sentirse libre de conciencia y reconciliación divina." Aquel que no confiesa sus pecados no prosperará pero quien lo hace, Dios tendrá misericordia de él.
Al confesar nuestros pecados el resultado es el perdón de Dios. "Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado. (Salmo 32:5)
La confesión no se realiza ante otro hombre o imagen. Es un acto de intimidad con Dios, un resultado de corazones tristes y arrepentidos por la desobediencia a Dios.
Una vez que confesamos nuestros pecados a Dios, podemos tener la certeza que la respuesta no solo el perdón sino que la limpieza de la maldad acumulada en nuestra alma.
Dios nos limpia con la sangre de su Hijo Jesucristo. "Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado." (1 Juan 1:7)
¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? (Hebreos 9:14)
Dios nos limpia con su Palabra. Dios usa su Palabra para quitar todo aquello que nos ha contaminado. Por medio de la lectura de la Biblia, de su meditación y obediencia, somos conducidos a la confesión de nuestras acciones pecaminosas, y finalmente limpios. "Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado." (Juan 15:3)
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra. (Efesios 5:25-26)
Una de las oraciones más poderosas elevadas por el salmista se concentra en la necesidad de ser limpios de corazón, y eso solo lo puede hacer Dios. "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. (Salmo 51:10)
En esta jornada podemos estar confiados en la fidelidad de Dios para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad. Que nuestra oración sea la misma del salmista. Solo tras la confesión de nuestros pecados nuestras almas serán prosperadas. Gloria a Dios por su perdón.
Tiempo de orar
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. En el Nombre de Jesús, Amén.
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